sábado, agosto 18, 2012

El lápiz

El niñito miraba a la abuela escribir una carta. En un momento dado, le preguntó: - Abuela, estás escribiendo una historia que nos sucedió a nosotros? - Es por casualidad, una historia sobre mí? - La abuela dejó de escribir, sonrió y le comentó al nieto: - Estoy escribiendo sobre ti, es verdad. - Ahora bien, más importante que las palabras es el lápiz que estoy usando. - Me gustaría que tú fueras como él, cuando crezcas. - El niño miró el lápiz, intrigado, y no vio nada especial. - Pero, si es igual a todos los lápices que he visto en mi vida! - Todo depende de cómo mires las cosas. - Hay cinco cualidades en él que, si consigues conservarlas, te harán siempre una persona en paz con el mundo. Primera cualidad: - Puedes hacer grandes cosas, pero no debes olvidar nunca que existe una Mano que guía tus pasos. - A esa Mano la llamamos Dios y Él debe conducirte siempre en la dirección de Su voluntad. Segunda cualidad: - De vez en cuando necesito dejar de escribir y usar el sacapuntas. - Con eso el lápiz sufre un poco, pero al final está más afilado. - Por tanto, has de saber soportar algunos dolores, porque te harán ser una persona mejor. Tercera cualidad: - El lápiz siempre permite que usemos una goma para borrar los errores. - Debes entender que corregir una cosa que hemos hecho no es necesariamente algo malo, sino algo importante para mantenernos en el camino de la justicia. Cuarta cualidad - Lo que realmente importa en el lápiz no es la madera ni su forma exterior, - sino el grafito que lleva dentro. - Por tanto, cuida siempre lo que ocurre dentro de ti. Por último,la quinta cualidad del lápiz: - Siempre deja una marca. Del mismo modo, has de saber que todo lo que hagas en la vida dejará huellas y procura ser consciente de todas tus acciones.

¿El Fin de Todo?

Vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz (la del Hijo de Dios). – Juan 5:28. Marie Curie (1867-1934), quien obtuvo dos veces el premio Nobel, es una de las más conocidas científicas del siglo XX. Pierre Curie, su marido, también fue un importante investigador, quien igualmente obtuvo un premio Nobel. Pero a la edad de 46 años fue atropellado y murió en seguida. Después del entierro su mujer escribió en su diario estas estremecedoras palabras: «Lo vimos bajar en la profunda cavidad. La tumba fue cubierta con coronas de flores. Pierre duerme su último sueño. Es el fin de todo, de todo, todo…». Comprendemos el dolor de la esposa que perdió a su amado esposo, con quien había compartido y trabajado muchos años. No tenía esperanza de volver a verle del otro lado de la tumba: «Es el fin de todo, de todo…». Pero no, la muerte no es el fin de todo. Jesucristo mismo lo aseguró, y su propia resurrección es la prueba de ello. Con la muerte el ser humano no deja de existir, sino que debe comparecer ante Dios y rendir cuenta de su vida. Ahora Dios ofrece a todos los seres humanos el perdón de los pecados mediante la obra expiatoria de Jesucristo. El que confiesa su culpa (sus malas obras) y cree en Jesús será perdonado y podrá estar seguro de tener la vida eterna. Quien rechaza el ofrecimiento de Dios será juzgado y condenado por sus obras. Al ser pecador, el hombre no puede justificarse a sí mismo por medio de buenas obras; sólo la “sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7).

El Camino a Casa.

Aun el gorrión halla casa, y la golondrina nido para sí, donde ponga sus polluelos, cerca de tus altares… Rey mío, y Dios mío. Bienaventurados los que habitan en tu casa; perpetuamente te alabarán. Salmo 84:3-4. En la gran ciudad de Glasgow, Escocia, hay una encrucijada llamada «La cruz». Cierto día un policía que hacía su ronda halló a un niño llorando, sentado en la acera. –Me perdí, dijo el chico, y no sé cómo volver a casa. El policía lo tomó de la mano y le propuso conducirlo a la comisaría para que desde allí hablara por teléfono con sus padres. Pero al llegar a «La cruz», el niño miró un instante a su alrededor y exclamó: –¡A partir de aquí, ¡conozco el camino! E inmediatamente soltó la mano del policía y sin vacilar salió corriendo hacia su casa. Esta anécdota ilustra lo que ocurre con el que acude a la cruz del Señor Jesús. Allí puede hallar el camino a la casa de Dios. En efecto, la cruz es el único punto de encuentro entre el hombre y Dios. A través de ella puede conocer realmente a Dios como un Dios de amor, de perdón y de paz. En la cruz Jesús se ofreció por el pecado del mundo. Sufrió y expió los pecados de todos los que confían en él. En la cruz Dios hizo brillar su amor dando a su Hijo unigénito. En la cruz el pecador que se arrepiente es liberado de la carga de sus pecados y se reconcilia con Dios. La cruz es una puerta estrecha, porque tenemos que reconocer nuestras faltas y nuestra incapacidad para salvarnos a nosotros mismos. Pero esta puerta nos abre el acceso a una vida nueva, a la casa del Padre, donde hallamos reposo, paz y gozo.

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Pastor Elias Alves