lunes, mayo 31, 2010

El Espíritu Santo es Inherente al Creyente.


Vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa. - Efesios 1:13.


Después de la ascensión del Señor Jesús, el Espíritu Santo vino a esta tierra para habitar en los creyentes. Esto es una característica especial de la época cristiana en la que vivimos. El mismo Señor lo había anunciado, y su promesa se cumplió en Pentecostés.

Desde entonces, cuando alguien cree en el Evangelio de la salvación, recibe al mismo tiempo el Espíritu Santo como sello de Dios a su fe. Es inherente al creyente, es decir, está de tal manera unido a él que es inseparable.

Al recibir el Espíritu Santo, el nuevo creyente no tiene que esperar a que se produzcan señales o milagros. El primer efecto de la presencia del Espíritu Santo es que somos conscientes de nuestra filiación divina: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:16).

Por medio del Espíritu nos dirigimos confiadamente al Dios todopoderoso como a nuestro Padre. El sentir conscientemente la relación de confianza que tenemos para con Dios como redimidos es una prueba de la presencia del Espíritu Santo en nosotros.

Ahora nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que mora en nosotros, el cual quiere conducirnos en todos los problemas de la vida y mantenernos en una serena relación con Dios. “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (Romanos 8:14); y también son conducidos por él: “él os enseñará todas las cosas” (Juan 16:26).

sábado, mayo 29, 2010

Generación Yo Primero.

Debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural – 2 Timoteo 3:1-3.


En la portada de una revista un gran título atrae la atención: «Generación Yo primero». El autor del artículo interrogó a varios jóvenes acerca de su forma de ver la vida. La idea predominante de sus entrevistas la resume en ese título. Para ellos ya no se trata de seguir un modelo de las generaciones precedentes, como la formación, el empleo, el casamiento, etc. Cada uno quiere su independencia y vivir a su antojo.

Sería injusto generalizar, pues muchos jóvenes se muestran verdaderamente responsables y aun generosos… cada uno a su manera. Pero el título de la revista nos atañe a todos. El egoísmo nos caracteriza cada vez más. Hace mucho que Dios mencionó esos defectos (véase Proverbios 30:11-14), y ahora son más notorios, pues llegamos a los tiempos difíciles anunciados por el apóstol Pablo.


En cambio, “ni aun Cristo se agradó a sí mismo” (Romanos 15:3). Nos conocía perfectamente y sabía que merecíamos el juicio de Dios a causa de nuestros pecados. Sin embargo, “Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros” (Efesios 5:2). Lo hizo para salvarnos. ¿Somos conscientes del contraste absoluto entre él y nosotros? Esto provocó el odio contra él: fue injuriado y clavado en una cruz. Este contraste me convence del amor de Cristo y me lleva a demostrarlo en mi vida a los que me rodean.

viernes, mayo 28, 2010

La Desconfianza o la Confianza.

La serpiente… dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho…? - Génesis 3:1.

Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. – Romanos 4:3.
Los versículos del encabezamiento presentan dos actitudes ante lo que Dios dice:
1. El hombre puede escuchar la voz de la serpiente, llamado el diablo o Satanás, y dejar entrar la duda en su corazón. Entonces manifiesta desconfianza respecto a Dios su creador: se vuelve incrédulo, pone su Palabra en duda, desobedece y se esconde. Sólo ve en Dios a un juez a quien debe rendir cuentas. No puede gozar de la feliz relación como lo había hecho en el huerto del Edén y se halla separado de él. El miedo llena su corazón. La muerte es el final de su camino.

2. Como Abraham, puede recibir con fe lo que Dios dice. Al conocer a Dios confía en él. Entonces está en comunión con Dios y deja en sus manos todo lo que le concierne. Es la actitud característica de la fe; y se manifestó en Abraham, padre de los creyentes. Este es el camino que lleva a la vida.

Para volver a ganarse la confianza del hombre y demostrarle su amor, Dios hizo lo que el hombre no podía concebir: dio a su Hijo unigénito. “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros” (Romanos 8:32). En presencia de tal don, sólo hay dos opciones: creer o permanecer incrédulo. La respuesta que demos muestra a quién escuchamos: a Dios, y somos llamados hijos de Dios; o al diablo, y entonces somos hijos del diablo. Para ser librados de Satanás sólo hay que creer en la Palabra de Dios

jueves, mayo 20, 2010

El Arrepentimiento: Estado de Espíritu y Hechos.

Su benignidad (la de Dios) te guía al arrepentimiento. – Romanos 2:4.


La tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación. – 2 Corintios 7:10.

Después de una declaración pública de una empresa o del gobierno, a menudo se oye decir: «Las palabras no bastan, hacen falta hechos concretos». Efectivamente, la eficacia de una declaración se aprecia según los hechos que desencadena. Quizás esperamos mucho de los que ocupan puestos de responsabilidad, pero ¿cómo nos comportamos en cuanto a la coherencia entre nuestras palabras y nuestros hechos, particularmente en la esfera de la fe y del arrepentimiento, donde los hechos deberían seguir necesariamente a las palabras?

Dios nos dice: “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Señor, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55:7). El arrepentimiento tiene dos aspectos: un cambio en los pensamientos y otro en la conducta. Se trata de rechazar los pensamientos que se ha tenido hasta entonces y alimentar aquellos que están de acuerdo con la Escritura. Luego es necesario pedir a Dios que nos ayude a hacer lo que le agrada.

Estos hechos están ligados al arrepentimiento, proceso que no hay que confundir con las penitencias, que son las buenas obras o cualquier cosa que sería considerada por el hombre como factible para compensar o expiar las faltas. No podemos hacer nada para expiar nuestras faltas, pero Cristo lo hizo todo en su obra expiatoria en la cruz.

lunes, mayo 17, 2010

Palabras de Paz y de Verdad.



Fueron enviadas cartas a todos los judíos… con palabras de paz y de verdad. - Ester 9:30.











La hermosa expresión: “Palabras de paz y de verdad” se refiere a lo que Mardoqueo escribió a sus compatriotas judíos durante el reinado del rey persa Asuero. También se aplica a las enseñanzas de Jesucristo, como las hallamos en los cuatro evangelios del Nuevo Testamento.

En el Señor Jesús no había odio ni envidia, estaba libre de todo ello. Por eso pudo decir a sus discípulos: “La paz os dejo, mi paz os doy” (Juan 14:27). Con esto él pensaba primeramente en la paz para sus conciencias, pero también en la paz para sus corazones. A ese respecto el Señor quería dar su propia paz, de la cual él mismo gozó diariamente mientras anduvo en esta tierra.

Esta paz tiene una cualidad especial, porque Él agregó: “Yo no os la doy como el mundo la da”. Basta una mirada al mundo para comprobar la falta de paz. Jesucristo, en cambio, rebosaba de paz, de una constante tranquilidad interior en su inalterable comunión con su Dios y Padre. Sus discípulos pueden conocer semejante paz y gozar de ella.

Esta paz está basada en la verdad. En el Señor no había falsedad ni mentira: “Yo soy… la verdad” (Juan 14:6). Nadie puede discutir esta reivindicación. Nosotros, al contrario, con frecuencia no decimos la verdad y no somos tan meticulosos a ese respecto. Nos hace bien pensar cuán diferente era Jesús en esto.

domingo, mayo 09, 2010

Descuido.

La pereza hace caer en profundo sueño, y el alma negligente padecerá hambre.  
              Proverbios 19:15.




A primera vista no parece que la negligencia sea un defecto muy grave. En realidad todo depende de las consecuencias que resulten de ella. Cualquier descuido de un chófer será juzgado culpable si provoca un accidente.

Hay un campo, el de nuestra situación ante Dios, en donde la negligencia puede conducir a las más trágicas consecuencias. Muchas personas tienen la intención de interesarse por ese asunto, pero no en seguida. Descuidan una “salvación tan grande” (Hebreos 2:3). Ahora es cuando debemos escuchar lo que Dios nos dice acerca de nuestro porvenir eterno y aceptar a Jesús como Salvador.

Nosotros, los cristianos, también corremos el riesgo de ser negligentes. Si bien nuestro porvenir eterno está asegurado por la obra perfecta de Cristo, somos responsables de vivir nuestro cristianismo, de aprovechar las oportunidades para dar testimonio de Cristo y de hacer las buenas obras que “Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10).

¿Ha notado usted cuántos obstáculos interiores y exteriores nos detienen en nuestra vida cristiana? Si mis flaquezas me impiden ser útil a mi prójimo, Dios hallará otros testigos. Pero en el día de las recompensas, ¿mi Señor y Maestro podrá decirme: “Sobre poco has sido fiel… entra en el gozo de tu señor”? (Mateo 25:21).

Datos personales

Pastor Elias Alves