domingo, enero 31, 2010

Si Alguien Abre…


He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. – Apocalipsis 3:20.

Es Jesús quien dice: “Si alguno… abre… entraré a él”. No fuerza la puerta, sino que espera la respuesta. Abrir la puerta a Jesús es lo contrario de encerrarse en sí mismo, de querer resolver uno mismo sus problemas. Al abrir y pedir a Jesús que entre en mi vida, recibo la luz de Dios. Es, pues, un impulso de vida, de confianza en Dios.

¿Cómo podemos abrir la puerta de nuestra vida a Jesús? Es necesario “el arrepentimiento para con Dios, y la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hechos 20:21). Arrepentirse es primeramente tomar conciencia de que estamos separados de Dios, alejados de él a causa de nuestras malas acciones, intenciones y aun malos pensamientos. ¿Ya confesó usted a Dios todas esas cosas que Le ofenden y quizá pesan sobre su conciencia?

¿Cree usted que Jesucristo murió por sus pecados y que resucitó? En caso afirmativo, usted le abrió la puerta y es un hijo de Dios.

Nosotros, cristianos, también necesitamos abrir diariamente la puerta a Jesús. Invitémosle al centro de nuestros problemas y seremos sostenidos y fortalecidos por su presencia. Con el Señor podemos pasar con paz nuestras dificultades, superar nuestras dudas y ser liberados de nosotros mismos. Mediante la oración, nuestro corazón acepta el don que Dios nos preparó: su Hijo unigénito, que murió por nuestras faltas y resucitó, y que vive junto al Padre para guiarnos y sostenernos. Jesús se revela a aquel que lo busca.

sábado, enero 30, 2010

Las Preguntas de Dios.

Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? – Génesis 3:9.

(Jesús) les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? – Mateo 16:15.

Nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. – Juan 6:69.



¿Por qué los creyentes creemos que la Biblia es la Palabra de Dios? Cuanto más uno la lee, tanto más puede darse cuenta de que por medio de ella, desde los tiempos antiguos, Dios procura conversar con el hombre. Este deseo de comunicación teje una trama continua a través de épocas y libros diferentes.

Las preguntas que nos llegan no perdieron en nada su fuerza y actualidad. Dios se dirige al hombre de manera directa: “¿Dónde estás?”, fue la primera pregunta que Dios formuló en Génesis. Sí, hoy, ¿dónde estoy?, ¿qué tipo de relación tengo con Dios? Luego Dios me pregunta: “¿Qué es lo que has hecho?” (Génesis 3:13). Desde que nací, a menudo he vivido sin él, a pesar de que a veces considero la posibilidad de su existencia.

En los evangelios Jesús habla aún más directamente: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. ¿Quién es Jesús para mí? ¿Un extraño o un amigo? ¿Alguien a quien me gustaría conocer o alguien de quien huyo? Y si me acerco a Él, si reconozco en Él al Hijo de Dios, Él va aún más lejos, diciendo: “¿Qué quieres que te haga?” (Lucas 18:41). “¿Quieres ser sano?” (Juan 5:6). Él es el único que tiene el poder de sanar las heridas de mi corazón.

Luego, la primera preocupación del creyente será: “¿Qué haré, Señor?” (Hechos 22:10).

jueves, enero 21, 2010

Creer o Sentir.

Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna. – 1 Juan 5:13.

Todo aquel que cree en el Hijo de Dios puede estar seguro de su salvación. Quizá no sienta nada; pero no es una razón para estar inseguro. ¿Por qué no? Porque la Palabra de Dios, que anula toda duda al respecto, da la seguridad al creyente.

Hace años, un predicador del Evangelio, irradiante de paz, afirmaba este hecho. Después de la predicación una mujer se acercó a él, diciendo: –Yo daría mucho para que tan sólo pudiera sentir que verdaderamente soy salva. –No puedo hablar por otros, repuso el predicador, pero en toda mi vida nunca sentí ni un instante que era salvo. –¿Cómo?, preguntó la mujer, ¿usted vive constantemente en los rayos del sol del amor de Dios y quiere hacerme creer que nunca se sintió salvado? –Exacto, así es. En mi vida jamás me sentí salvo. Pero a menudo me he sentido muy feliz porque sé que soy salvo. Esto no me lo dicen mis sentimientos fluctuantes, sino la Palabra inmutable de nuestro Dios eterno.

Esta historia muestra claramente que los sentimientos no sirven para demostrar la fe, sino que son una consecuencia de la fe. Que yo sea feliz o infeliz no cambia en nada mi salvación. Pero si confío en las afirmaciones de la Palabra, está claro que no me faltará la felicidad de la salvación. “Bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan” (Lucas 11:28).

miércoles, enero 20, 2010

La Oración.


Dios mío… a ti oraré… de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré. - Salmo 5:2-3.


Perseverad en la oración. - Colosenses 4:2.

«Papá, ¿podrías…?». Los niños que tienen un padre disponible son privilegiados, porque un papá sabe resolver muchos problemas.

Los cristianos, es decir, las personas que han aceptado a Jesucristo como su Salvador, pueden hablar libremente a Dios, su Padre celestial, por medio de la oración.

Podemos hacernos tres preguntas: ¿Dónde orar? ¿Cuándo orar? ¿Cómo orar? Las respuestas son sencillas y están en la Biblia.

¿Dónde?: “Que los hombres oren en todo lugar” (1 Timoteo 2:8).

¿Cuándo?: “Velad, pues, en todo tiempo orando” (Lucas 21:36).

¿Cómo?: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia” (Hebreos 4:16).

En esto Jesucristo es nuestro modelo perfecto. A menudo lo vemos orando en los evangelios. Tomémoslo como ejemplo.

Cuando estemos confrontados a problemas aparentemente insolubles, cuando las inquietudes nos asalten o las preocupaciones nos sumerjan, sencillamente arrodillémonos para hablar a Dios, como el niño que se dirige a su padre. A Él podemos exponer con fe y fervor nuestras necesidades más profundas. Él conoce lo que queremos expresarle, pero le agrada oírnos, y en el momento oportuno responderá con bondad. En lo inmediato podremos experimentar su paz, sabiendo que nos ha escuchado.

martes, enero 19, 2010

Simple Religión o Relación.

No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. – 1 Corintios 1:20-21.

Dos viajeros llegaron temprano a la estación y escogieron los mejores asientos en el último vagón del tren parado en el andén. Estaban conversando animadamente cuando un empleado vino a pedirles que fueran en seguida a la parte delantera del tren. –¿Qué le falta a este vagón?, preguntaron ellos. –Nada, repuso el empleado con una sonrisa algo socarrona, simplemente no está enganchado al resto del tren.



Este es el problema de tantas teorías y vanas creencias de las cuales se apodera el espíritu de los hombres: no llevan a ninguna parte. El que desee viajar hacia un porvenir seguro debe asegurarse de que el vagón esté enganchado al tren. “Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Hechos 2:21). Esta es la afirmación divina que nos permite enfocar el fin del viaje con toda seguridad.



Pero decir que uno es cristiano porque ha sido bautizado, porque ha seguido los ritos de la religión que más le convenía, es tomar un lugar en el vagón que nunca le llevará a buen destino.



¿En quién ponemos nuestra confianza para asegurar nuestro porvenir y eterna felicidad? El único vínculo que puede unirnos a Jesús el Salvador es la fe en él y en su obra en la cruz, donde pagó nuestra deuda. A aquellos que creen en él les da vida eterna. “El que cree en el Hijo (de Dios) tiene vida eterna” (Juan 3:36).

Datos personales

Pastor Elias Alves