viernes, octubre 14, 2011

No hay regadeos con Dios

Un enfermo pide que recobre la salud, diciendo: «Si Dios me la devuelve, creeré en él».

Un estudiante está inquieto por su examen y piensa: «Si hay un Dios, que me ayude a aprobar el examen, luego confiaré en él».

Un comerciante se dice: «Si Dios hace prosperar mis negocios, sabré que existe».

Incluso un jugador se atreverá a decir: «Si hay un Dios, que me ayude a ganar y le serviré».

Uno no se acerca a Dios con cálculos y regateos. No se hacen contratos con él; él no necesita nada de todo lo que podemos prometerle. Él es Dios y posee todo. “¿Tiene provecho el Omnipotente en que tú… hagas perfectos tus caminos?”, se pregunta en el libro de Job (22:3).

Es una gran falta de respeto considerar a Dios como un asegurador con quien contamos para garantizar nuestra salud, para hacer prosperar nuestros negocios y resolver nuestros problemas mediante algunas concesiones de nuestra parte.

Dios podría contestar a todos nuestros deseos de forma muy fácil, pero no obedece a nuestra voluntad, sino que nos ofrece infinitamente más: nos dio a su Hijo. Aceptar este extraordinario don es estar en posesión de la vida eterna. Entonces tenemos la paz con Dios y el derecho de ser llamados sus hijos, cuyo gozo será confiar en él y obedecerle. Llegará el momento en que nos dará la gloria con Jesús.


Echado fuera del nido

En Europa, el águila, majestuosa ave de rapiña, construye su nido a una altitud de 1500 metros más o menos, en rocas escarpadas. Lo hace con ramas y lo tapiza con materiales más suaves como lana y pieles, para que sea más confortable. Los aguiluchos permanecen mucho tiempo allí, pero cuando llega el tiempo en que deben aprender a volar, el águila emplea un método de educación muy singular. Saca del nido todo lo que lo hace cómodo y la madre empuja al aguilucho al vacío. Pero ella vigila volando por encima de él para tranquilizarlo, y lo incita a imitarla. Si el aguilucho se acerca peligrosamente al suelo, su madre, rápida como un rayo, se lanza debajo de él y lo recoge sobre sus alas.

¡Qué hermosa imagen de los cuidados de Dios para con sus hijos! Él quiere verlos crecer, madurar y estar firmes en la adversidad. A veces, mediante fuertes pruebas, él trastorna una vida demasiado cómoda. ¿Hay que dudar de su amor, sentir pánico o perderse en los porqués? ¡No! Como el águila que no pierde de vista a su aguilucho, nuestro Padre celestial nos vigila. Quiere hacernos experimentar su presencia en el torbellino. Quiere mostrarnos su poder y sus cuidados. La fe no es una cuestión de emoción o de sentimientos, se expresa con hechos: confiar en nuestro Señor, quien conoce muy bien las necesidades de sus redimidos.

Datos personales

Pastor Elias Alves